jueves, 19 de enero de 2012

JOSÉ MANUEL PÉREZ - A FUEGO LENTO

Don!...Don!...Don!...Don!...Don!...Don!...Don!...Don!...Don!...Don!...Don!...Don!
¡Feliz año nuevo!
El rugir del cava descorchándose me sobresaltó. Miles de sonrisas y alboroto a mi alrededor fueron amoldándose en abrazos, besos y buenas dichas de futuro. Me sentía desbordado.
¡Qué tengas un feliz año! -escuché mientras alguien me besaba en la mejilla.
¡Próspero 2012! -me exclamaron al oído.
Sólo me vino a la cabeza una cosa: “¿Y el amor?” Todos olvidaron el amor. Ahora me sentí confuso: “¿qué coño está pasando?, ¿ya nadie recuerda el amor? ¿Tan necesario es el dinero en estos turbios tiempos que ya nadie recuerda el amor?” Agaché la cabeza mientras sorbía mi último trago de cava, recordé la falta de amor en mi mundo. La desilusión me abordó, contagiándome todo el cuerpo. Quedé anestesiado. Divagué de un lado a otro repartiendo falsas sonrisas de alegría entre mi familia, pero mi cabeza y mis sentimientos seguían cavando en la dura tierra, buscando dónde perdimos el amor. Volví a llenarme la copa, la bebí de un trago, con la única ilusión de encontrar en el fondo lo que buscaba, pero no, allí tampoco se hallaba. En ese momento, unos brazos me alzaron la cabeza: dos sonrisas interrumpieron mi letargo navideño. Mis padres me regalaron un abrazo cocinado a fuego lento, aliñado con el “te quiero” más sincero que jamás escuché. Sonreí. Sonreí sin parar de abrazarles. Una lágrima surgió de mis apenados ojos.  Volví a creer en ti. Volví a recordar el amor.

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